Fijo en el recuerdo tengo aquella ¿noche?, ¿madrugada?, ¿amanecer? en la que, como loquito, me dispuse a correr lo que en ese entonces tenía como rutina de ejercicio.
Tan obsesionado estaba por ejercitarme en esa época que sin importarme nada- ya había programado en mi cabeza que después de las actividades del día (estábamos de gira y la gira ya llevaba 2 meses corriendo) - haría ejercicio.
Fue de: duermo un par de horas y antes de iniciar las actividades del día siguiente ya yo habré cumplido con mi rutina física.
Lo cierto es que fue bizarro. Según yo cuando me levanté a correr debían de ser alrededor de las 5 a.m. Pero de regreso al hotel todo seguía obscuro. En esa ocasión había extraviado mi reloj pero confiaba en mi instinto natural del deporte.
Regresé al hotel y todo quieto. Nadie en el lobby (ni los empleados). Nadie en las duchas (de esos hoteles F1 en Francia, con desayuno americano incluido y regadera compartida). Pensé que había exagerado en la desmañanada pero ¿habría sido posible que la desmañanada hubiera sido otra cosa?
Regresé a la habitación a dormir un poco mientras seguía pensando que quizás podría tener un par de minutos extras de sueño en lo que los demás se levantaban.
La realidad es que pasaron horas antes de que hubiera movimiento en el hotel y en la compañía para la cual entonces trabajaba.
Es muy posible que mi obsesión con el ejercicio me hubiera jugado una mala pasada. Nunca supe sí corrí a medianoche, en la madrugada o al amanecer. Una cosa fue segura. Dormí no unos minutos.
Dormí unas horas.
Esa conducta obsesiva seguro me jugó la broma de la gira.
Y justo entonces dije: esto NO está bien.
Paré. Dejé de lado la actividad deportiva a partir de ahí y al paso de los años la realicé en la medida de lo posible bajo un estado mental diferente. Lesiones más, lesiones menos, períodos largos de inactividad, periodos cortos de movimiento y eso ha sido así desde entonces.
Ahora, por edad, salud y nuevamente por gusto; retomo el ejercicio, pero el tema no es en sí el deporte y los beneficios que conlleva sino esa otra manera que con el deporte encontré para turistear.
Siempre me ha gustado caminar las ciudades.
Corriendo encontré otra manera de disfrutar el viajar. La anécdota contada antes como ejemplo. Esa corrida loca fue cerca de donde se encuentra el circuito de Fórmula 1: Paul Ricard. En Francia. Así lo conocí.
Recuerdo (hay muchos recuerdos similares) de igual manera correr en las calles de Tlayacapan, en las faldas del Popocatépetl, en Popo Park, en el Boulevard de Acapulco. Etc. En muchos lugares.
Y con esto comparto eso que a veces hacemos y que nos da otro modo ver lo que nos gusta hacer: Viajar.
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