martes, 28 de junio de 2022

El Monstruo, la modernidad y las distribuidoras de sebo...

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Vivía en un lote, que sí bien no era baldío, estaba a 3 tablas de serlo. Le llamaban "el Monstruo". La cosa linda de los sobrenombres y el bulling normal de los niños de primaria en los años setenta en la zona de Vallejo cercana a La Raza. En la otrora D.F.

En ese entonces él tendría alrededor de 9-10 años. Y la realidad en la colonia era que nada era en serio. Sobre todo en los infantes. En la escuela le llamaban "El Monstruo" y el sobrenombre obedecía a varias cosas: su apariencia física, su desaliño y su olor. No había manera de que se zafara del sobrenombre.

Ciertamente, El Monstruo olía a madres...

Pero había un porqué en cuanto a su particular aroma... El olor característico del Monstruo tenía un lugar exacto de origen: la bodega y distribuidora de sebo en donde trabajaba antes de ir a la escuela. 

Íbamos en el turno de la tarde.

Evidentemente, si íbamos en el turno de la tarde; para cuando él llegara a la escuela, el aroma le cubriría al total.

No la tenía fácil el carnal. Era fácil quedarse en la primera impresión. El bulling (en ese entonces ni siquiera tenía nombre esa actividad) y la coraza que todos desarrollábamos nos permitía forjar carácter de todas las circunstancias.

Sólo que raspando un poco la superficie de esa impresión, la del Monstruo tenía más particularidades: Vivía prácticamente en un lote baldío. Un lote construido en su mayoría de tablas, cartones, lámina y alambres. La infancia del Monstruo era ruda por donde se le viera.

Y por si fuera poco, él trabajaba al lado de su "casa" en un lugar donde se vendía y compraba sebo de res. El olor característico del Monstruo tenía un lugar exacto de origen.

Pero él parecía inmune a todo lo que conllevaba el apodo y el entorno. Siempre se le veía feliz... 

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Maurice Tillet

Terminada la primaria jamás volví a saber de él. 

Pasé hace unos días por esas calles. Del lote baldío donde residía el Monstruo no quedó nada. En su lugar una moderna construcción como tantas en la colonia. La distribuidora de sebo también ha desaparecido.

¿Qué habrá sido de él? y ¿Qué habrá sido de ese México donde eran comunes las canchas de fútbol de tierra en cuanto espacio estuviera libre?  (Por ejemplo: sobre av. 100 metros, de lo que es ahora la autopista Naucalpan-Ecatepec hasta llegar casi a La Raza.  ¿De esos partidos a media calle esperando que no pasara ningún coche para poder jugar a tope? ¿Qué habrá sido de ese México en dónde las distribuidoras de sebo eran la tabla de salvación de familias como la del Monstruo?

¿Qué ganamos? ¿Qué perdimos en esta llamada modernidad?...

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