Eran los minutos iniciales de la participación de la comparsa y él era el amo absoluto de la plataforma. Bailando en círculos alrededor de la Comparsa y portando la pancarta de la comunidad de Apulco, él, junto con otro chiquillo de su misma edad, daban vueltas alrededor de la Comparsa de adultos.
Como pequeños heraldos de la comunidad su misión era contagiar de alegría a los asistentes al evento y a la Comparsa misma.
La chispa de ambos portadores sólo encontró un pequeño obstáculo en el atuendo de uno de ellos.
La máscara no ajustaba bien y al parecer estaba dando problemas.
Él no se complicó. Se detuvo y revisó el desperfecto...
En el inter, volteó a la cámara y miró un par de segundos...
Pero lo importante para él no era la cámara. Lo importante era que el baile continuaba y su máscara no funcionaba adecuadamente...
Mientras su compañero lo miraba esperando, él apuraba la reparación...
Y en un santiamén, máscara reparada, bailarín y comparsa convergieron nuevamente en el escenario...
Apulco puede permitirse sonreír.
Sus nuevas generaciones llevan en todo lo alto la belleza de su comunidad.
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