Por G.O
Llegué al Cinemex Real a las doce menos veinte. Me registré
como siempre y, como casi siempre, fui el primero en llenar la forma: medio,
nombre, teléfono y correo electrónico. Como faltaba tanto tiempo -pues la
función comenzaba a las doce en punto- caminé un poco mientras fumaba un
cigarrillo, compré además Una pluma y regresé.
La sala es pequeña. Solamente hay dos columnas de butacas y
tan sólo habemos, hasta el momento, once personas en ella. Es ya mediodía. Así
como en la conferencia de apertura de Ambulante
2013 pusieron una mesa con sillas y nombres de personas en la parte frontal
de la sala, así mismo hoy lo pusieron; claro está, la conferencia vendrá
después de pa proyección. Me pregunto, sin embargo, ¿los periodistas somos capaces
de ofrecer Una crítica?; o, mejor aún, ¿somos capaces de decirle a la gente que
x o y película es buena y/o mejor que otra más akl! del juicio personal -con
todo lo que eso implica- superior al de la persona de a pie? Sospecho que sólo
servimos al fin publicitario. La peli comienza y son las doce y diez.
La película
La primera palabra que se me viene a la mente es
"costumbrismo". Si México es barroco y romántico, un paso lógico es
que sea, además, costumbrista. No les contaré la historia que nos cuenta la
peli pero puedo decirles que, en la generalidad, es la historia de una mujer
xochimilca que debe tomar Una serie de decisiones presentadas, todas ellas, con
un hermoso simbolismo entrelazado en metáforas: en Una palabra,
"alegoría".
El tono general de la cinta es pausado; meditabundo;
privilegia la toma de perfiles y el paisajismo. Son tomas armónicas cuya
captación se rompe con un ruido o un movimiento.
Lega un instante en
que las escenas son como algún eco olvidado de alguna oración rezada en la
oscuridad, cuando la sola luz leve de una vela cuya base, en Una chinampa, se
desliza sobre el agua en la quietud.
El final de la peli es, por otra parte, una melodía visual
que te arrulla, una canción de cuna que te lleva, de a poco, al sueño eterno
por medio -repito- del símbolo. De hecho, con respecto al simbolismo y la
metáfora, queda un problema de la película: el símbolo queda abierto; es decir,
es hermosamente presentado, no lo niego, el problema es que se mantiene en un
rango equívoco y su aterrizaje al significante queda vacío con el riesgo a
perder al espectador.
Y, ahora, termino el sopor como el suspiro que en la vela
hace al fuego elevarse: con el último suspiro que hace al alma humana elevarse
al cielo naranja que, bien luego, se transforma en noche.
Definitivamente no es una película para todo el público y,
claramente, tampoco es una película, la cual, sea ni entendida ni soportada por
todos, salvo que sea entendida en la emoción y la emotividad.
La conferencia
Una vez degustado el platillo, llegaron los cocineros a
presentarnos y presentarse. Por una parte, Margarita Saldaña, una desconocida
en el mundo del cine cuya alegría y profesionalismo se destaca en el arte del
canto y el baile jarocho tradicional. Que, en palabras del director, fue
descubierta por él mientras estaba en un bar donde ella y su grupo tocaba.
El título, con nombre en italiano, se quedó así porque al
director le pareció que así debía de ser.
La locación -en el pueblo de Xochimilco- fue conseguida por
el director, Enrique Rivero, mientras filmaba su cinta anterior y, justamente,
en esa filmación, una persona le contó la historia que se desarrolla en esta
nueva pelí; quien, lamentablemente, murió durante la filmación y no pudo ver
terminada su historia en celulosa.
Ahora bien, la pregunta salta: ¿cómo es que el director
sobrellevó el trabajar con personas sin formación actoral? Él mismo nos dijo:
ellos mezclan su persona con el personaje pues no se interesan por la imagen
que puedan o no puedan dar a la cámara.
¿Y el simbolismo? Le pregunté al director y me dijo que, más
que consciente, fue casi intuitivo; pero, con un referente específico y muy
personal del cual prefiero no hablar.
Extras
La actriz principal de está cinta, es una de las
organizadoras del Festival del Tesechoacán, éste es un espacio en el que se
conserva la tradición del son jarocho con grupos y presentaciones. Por lo que
me contó la señora Saldaña, es un festival pequeñito y casi familiar en el que
no hay precio de admisión y se lleva a cabo en Playa San Vicente que es un
poblado entre Tuxtepec y Ciudad Isla, justo en el límite de los estados de
Oaxaca y Veracruz. Este año el festival se realizará entre el 19 y el 23 de
julio. Lo menciono por si a alguien le gustaría ir.
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