Cinco siglos de tradición y sabor: pan dulce mexicano
A lo largo de 500 años, México ha desarrollado una cultura gastronómica única al fusionar lo mejor de dos culturas, aquella de los pueblos locales y la que vino de Europa. El resultado final es una rica variedad de platillos de todo tipo, pero una rama, la concerniente a la panadería, ha destacado por su gran variedad, sabor y originalidad. No hay mesa mexicana que esté exenta del tradicional pan dulce mexicano.
Para celebrar este mes patrio, te presentamos algunos de los panes de mayor tradición:
Concha: Tal vez el pan dulce mexicano de mayor tradición. Su nombre proviene de su parecido con un caparacho y suele estar cubierto de azúcar, ya sea con un toque de vainilla o chocolate. Este pan era consumido en la Nueva España por criollos y españoles y fue hasta la Independencia que todo el pueblo tuvo acceso a él. En algunas partes de México como en Veracruz se preparan las llamadas bombas, que no son otra cosa que una concha rellena de nata o frijoles.
Ojo de Pancha: También conocido como Ojo de Buey, éste es una mezcla de dos tipos de panes, al centro un tipo de bísquet y alrededor pan de hojaldre. Aunque su origen es meramente mexicano, se dice que su creador fue un cocinero chino, quien adaptó un bísquet original de Inglaterra, mismo que llegó a Estados Unidos y que fue adoptado y adaptado por los inmigrantes asiáticos.
Oreja: Este pan hojaldrado tiene su origen en la panadería francesa, de cual gustaba el Presidente Porfirio Díaz. En un principio era exclusivo de las élites porfirianas aunque rápidamente se popularizo y hoy forma parte de los panes de mayor tradición en nuestras mesas.
Beso: Los nombres que adoptan algunos panes denotan siempre originalidad, destaca así el beso, dos piezas de pan, cubiertos de mantequilla y espolvoreados de azúcar, se mantienen unidos por mermelada de fresa; aunque algunas versiones modernas varían su sabor, desde chabacano hasta moras.
Garibaldi: Este pan es una creación reciente, original de una panadería del centro histórico de la Ciudad de México. Su creación se dio en 1884 y casi de inmediato se popularizó, razón por la cual se puede encontrar en todas las panaderías, aunque claro, el original posee un sabor único e irrepetible.
Cuernito: Originario de Francia, el croissant tiene una de las historias más interesantes, ya que fue una creación para celebrar una victoria de guerra sobre los musulmanes. Los panaderos crearon una luna (símbolo adoptado por los países árabes) para que todos los franceses pudieran disfrutar de este triunfo. A México llegó con la intervención francesa y adoptó su propia personalidad al pasar un hojaldre salado a un pan esponjoso y dulce.
Bigote: Una variedad del cuernito es el bigote, el cual suele ser más pequeño. Hay tres versiones tradicionales, una que antes de ser horneado es cubierto con huevo, lo que además de un toque de sabor le da un aspecto brillo, la otra versión está cubierta de azúcar. Una tercera versión y que se remonta a los originales croissants franceses son los bigotes rellenos, por lo general de chocolate, al hornearlos adquieren un sabor único.
Trenza: Su nombre lo dice todo y su preparación exige la pericia del panadero. Este pan suele ser esponjoso y puede estar cubierta de azúcar espolvoreada, ajonjolí, chocolate, o glaseado.
Cocol: Aquí una muestra del arte gastronómico prehispánico. Antes de la llegada de los españoles los aztecas elaboraban el cocolli, un tipo de tortilla. Los conquistadores cambiaron el maíz por trigo y agregaron anís y canela. Es un pan que siempre está presente en los hogares mexicanos y en algún momento gozó de la fama televisiva gracias al actor Jorge Arvizu “El Tata”.
Puerquito: Este pan es una delicia, ya que está endulzado con piloncillo. Algunas veces se presenta suave y otras crocante como una galleta. Está inspirado en el tradicional pan de jengibre originario de Inglaterra.
redacción
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