martes, 20 de septiembre de 2022

Mal sabor de boca en Testal

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A pesar de ser el horario de la comida, el restaurante estaba casi vacío. Esa debió ser nuestra primera señal.

Pero no desconfiamos, regresábamos a Testal y la última visita había sido satisfactoria. Conocíamos  Testal y su contraparte: Salón 16, que ahora ha desaparecido y su espacio lo absorbió Testal. Al fin y al cabo son/eran de la misma compañía.

Estábamos en el lugar y al estar casi vacío pensábamos escoger una mesa en el interior. Pensábamos porque la hostess se encargó de inmediato de mal atendernos y decirnos que de ninguna manera podíamos tener una mesa del interior, todas estaban reservadas y sólo tenían disponibles las mesas cercanas a las ventanas del lado de la calle de Independencia...

Segunda y tercera mala señal. Mal trato de la hostess y la forzosa mesa en la ventana....

Un poco desorientados al ver el local vacío y con un poco de hambre hicimos caso omiso de  esos "detalles", pero continuaron. Nos dieron mesa y el mesero con cara de "porqué vienen a este lugar, no tengo ganas de atenderlos" y lo hizo, no nos atendió. Cuando lo hizo fue con la misma cara de disgusto y desagrado. Misma que no movió un centímetro en el tiempo en el que estuvimos en Testal.

Teníamos sed y queríamos algo de beber para después tomar nuestros alimentos. Jetón e inamovible, el mesero, siempre de mala gana, nos recitó las bebidas del bar. Curiosamente sólo queríamos una cerveza. Después del tercer intento, se dignó decirnos cuales había, de hecho recalcó que "el menú de bebidas estaba en el QR". 

Ok. Asté perdone señor mesero....

Había 4 o 5, pedimos Pacífico que estaba en el menú. El señor amabilidad nos dijo que "esa no la tenían" que pidiéramos otra....

¡Toing!

Teníamos hambre y sed, y tendríamos que habernos ido ahí...no lo hicimos. En el pecado la penitencia.

Nos aferramos en la cerveza y pedimos sólo dos platillos. Yo insistía en darle una oportunidad a Testal, ella no estaba ya de acuerdo en eso.  

Pedimos puchero de res y una pechuga en mole.

¡Dios bendito! 

El puchero era todo menos puchero. El caldo de allá, la carne de algún otro guiso, la verdura escasa y sin especias, todo calentado (sin temor  a equivocarme) en microondas, aventado en un plato y a medios chiles servido al aiseva.  

La pechuga y el mole fatal. Con porción de arroz seco y pechuga seca, del mole mejor ni hablamos, mole Doña María sería un lujo en esa cocina. 

Para esto solicitamos un poco de mantequilla y pan, el siempre jetón mesero, al tercer pedido trajo 1 una pieza de pan. De la mantequilla que solicitamos (éramos 2) sólo trajo una al tercer intento y de nuevo, de malas, ha!

A esas alturas del partido yo tenía ya metida mi cara en el horrendo plato que tenía enfrente. Mi recomendación de comer en Testal había fallado miserablemente. Sólo atinaba a apurar los pedazos secos de pechuga para pagar la cuenta y salir de ahí. 

Ella estoicamente no decía salvo lo necesario en las precisiones de lo mal preparado y servido que estaba esa blasfemia que en Testal llamaban "puchero" y se me quedó algo que dijo que definía su plato: "si este puchero lo comiera un yucateco ya se habría levantado de la mesa"

El puchero era una cosa infame, insípida y horrendamente preparada.

Yo sólo concedía, ella tenía razón. 

Medio terminamos los platillos, pedimos la cuenta y salimos del lugar.

Estuvimos aproximadamente una hora en Testal. Las mesas "reservadas" jamás se ocuparon.

Es evidente que la administración de Testal ha cambiado.  Y con ello la buena comida.

No creemos regresar al lugar. 

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